Conga Santiaguera
El llamado de la sangre |
Investigación:
Mario Jorge Muñoz • La Habana
|
La
cabeza no puede ir delante de los pies.
Proverbio yoruba
¿Y usted no arrolla con la conga?
Me gusta, pero me da miedo. La verdadera conga no es ese paseo de
comparsas haciendo evoluciones bonitas para agradar a un jurado.
En la conga, el cuerpo y el espíritu se liberan, aunque hay
gente que no lo entiende; creen que están en presencia de
un tumulto desenfrenado de “locos”, arrastrando los
pies al sonido de la música. No comprenden que la conga es
el corazón del carnaval oriental.
Enrique Bonne (excelente músico y compositor santiaguero),
que es un filósofo de la conga, decía que en ese polvo
que se levanta, en los olores y sudores de la conga, está
la filosofía popular del carnaval, como en el culto a la
Virgen de la Caridad del Cobre. Estamos hablando de un sentido de
lo cubano muy personal, muy íntimo.
¿Y Olga dónde baila, detrás, en el
medio?
En ninguna parte, pero cuando la escucho se me mueven los pies como
a todo santiaguero.
La doctora Olga Portuondo Zúñiga hablaba pausado,
reflexionaba al ritmo de su sillón, que se movía intranquilo,
tratando de alejar los calores de la ciudad. Desde hace varios años
es la historiadora de Santiago de Cuba —tremenda responsabilidad—.
Terminamos en su casa porque andábamos a la caza de una voz
que nos adentrara en el palpitar genuino de la populosa urbe, ese
que no siempre late apasionadamente, como quisiéramos, en
bibliotecas, libros y museos.
Doña Olga compartió con nosotros lo humano y lo divino
de su Santiago capital, de su Santiago indómito, de su Santiago
lastimado por la crisis, de su pueblo hospitalario, orgulloso…dejó
para el postre el sabroso tema de los carnavales, la conga, porque
esa “mezcla étnica, la presencia de los descendientes
de franceses, de africanos, llevó a esa música tan
peculiar que espero no se destruya. Porque lo más esencial
del carnaval es la conga, que siempre ha estado amenazada. A principios
de siglo, Barcadí ese alcalde tan importante, consideraba
que la conga no era una cosa de mucha cultura. Y en varias ocasiones
trató de eliminarla.
“Pero así y todo ha logrado mantenerse siempre como
algo que caracteriza al santiaguero. Esperamos que se pueda mantener
muchos años más. Aunque las tradiciones, para que
se mantengan, tienen que sufrir cambios. La gente cambia y ya no
se puede organizar un carnaval como en los años 40 del pasado
siglo, porque si no estaríamos negando el desarrollo cultural
de los pueblos.
SANTIAGUEROS, ADELANTE
Con su Añoranza por la conga —en mi opinión,
uno de los mejores temas del 2005, ahora compitiendo por los premios
de Cubadisco—, Sur Caribe hizo que los cubanos viraran los
ojos nuevamente hacia ese fenómeno de masas que desde hace
más de cien años conmueve con su ritmo al oriente
del país.
Para los santiagueros, Conga de Los Hoyos; en el occidente del archipiélago,
comparsa de El Cocoyé (como más les conocen), lo cierto
es que gracias al pegajoso tema musical los sonidos de quintos,
primos, tambores, campanas y trompetas chinas se han repetido durante
los últimos meses como nunca antes en la Isla.
Sin embargo, La Conga de Los Hoyos es mucho más que El Cocoyé
—nombre de un cabildo de origen franco-haitiano que se asentó
en la zona en la segunda mitad del siglo XIX, del que se sienten
herederos—, es la imagen pública de su barrio, considerado
por los santiagueros el lugar donde más se han conservado
las tradiciones de la ciudad, a pesar de que nunca fuera reconocido
como jurisdicción, ni antes del triunfo revolucionario, ni
luego con la nueva división político-administrativa
del país.
El barrio de Los Hoyos —entre los más marginados por
ser asentamiento de grandes grupos de negros y mestizos— creció
sin delimitación geográfica exacta y ocupa un territorio
enmarcado por la tradición oral. No obstante, la sociedad
lo acepta como tal desde hace más de un siglo.
Los
Hoyos es fuente inagotable de buenos tocadores, bailadores…
reserva incuestionable de tradiciones en las que desde hace más
de cien años se sumerge la agrupación. No se puede
hablar de la Conga de Los Hoyos sin su barrio, principal consejero
y jurado más intransigente a la hora de valorar la preparación
del grupo ante el inevitable enfrentamiento con sus rivales —las
congas de San Pedrito, San Agustín, Paso Franco, El Guayabito
y Alto Pino— en el carnaval santiaguero, incentivo mayor para
las comparsas, como se les llaman ya cuando a los músicos
se unen el cuerpo de baile, los caperos, los pendoneros y los faroleros.
DE CÓMO SE CUIDA UNA TRADICIÓN
“Aquí se nace con la música, se lleva en la
sangre”, me asegura convincente Félix Bandera, quien
de sus 56 años lleva 47 en la agrupación, de ellos
32 como coreógrafo, jefe de percusión y actualmente
es su director.
“Es decir, que toda mi vida ha sido aquí”. Y
sigue: “Tengo una nieta de un año y medio que toca
cuando le pongo delante un tambor. Cuando mi hija suena las manos
en la pared la chiquitica arrolla. En el barrio de Los Hoyos, los
niños desde que nacen, ya saben tocar el tambor. Tengo hijos,
sobrinos, primos que tocan aquí, son buenos percusionistas.
Esta es la única conga que no ha tenido que buscar músicos
en otros barrios. Aquí todo el que toca es de Los Hoyos.
Y me enorgullece, porque veo que la tradición se mantiene”.
La sede del Foco Cultural Los Hoyos —afuera un cartel lo anuncia—
está ubicada en el número 320 de la calle Martí,
entre Moncada y San Rafael. Ya dentro, en las paredes, diplomas,
reconocimientos, fotos… recuerdos de familiares y amigos que
ya no están, como Gladys Linares, única mujer campanera
que ha tenido la agrupación, la primera que fuera acompañada
al ritmo de los tambores hasta el cementerio. Hay también
una vela encendida a Eleggúa, el santo que abre los caminos
de estos hombres y mujeres que desde hace mucho tiempo cuidan su
música y sus costumbres, las que heredaron de sus ancestros.
La conga existe desde las guerras por la independencia. “En
1895, el general Guillermón Moncada fue uno de los batuteros
de esta conga, pero se ha establecido como fecha de fundación
el año 1902”, comenta Bandera.
En el lugar entran y salen lo mismo miembros de la agrupación
—son 32— que los vecinos; ellos también se sienten
dueños del espacio, donde se movilizan a la velocidad del
mejor regimiento de soldados, solo basta con hacer sonar los tambores.
AL CARNAVAL DE ORIENTE ME VOY
Los investigadores de la cultura popular tradicional afirman que
la conga de Los Hoyos es el espíritu del carnaval santiaguero,
algo que va más allá de la gran cantidad de premios
obtenidos en las competiciones de cada año. Está relacionado
con el hecho de que en la agrupación se sintetizan rasgos
de la personalidad cultural de esta ciudad.
“Aquí, cuando se desfila, la conga de Los Hoyos tiene
que ser la última. Porque si lo hace de primera se lleva
a toda la gente”, cuenta orgulloso Rey Salazar Caballero,
subdirector y campanero.
Bandera
vuelve a la carga: “una vez se acercaban los carnavales y
nos íbamos de viaje a España. Estábamos en
La Habana resolviendo porque había problemas con las visas.
Y no sé qué lío se armó que tuvimos
que regresar corriendo para Santiago porque decía el Gobierno
que sin Los Hoyos no había carnavales”.
CALENTANDO
EL CUERO
Y es que la vida en el barrio de Los Hoyos tiene que ver mucho con
el carnaval. Cuando estos se acercan ya se respira un ambiente de
alegría que tiene que ver mucho con los ensayos, con la preparación
de la comparsa, el vestuario… proceso en el que participa
“hasta el gato”.
No hay apáticos, porque la conga es la bandera, el orgullo
de esta gente. Cierto que cuando finalizan las festividades algunos
se alejan, las visitas al Foco se hacen menos frecuentes, pero reaparecen
cuando su presencia es necesaria: otra vez hay que prepararse para
ganar en el próximo carnaval.
LOS MARCIANOS SÍ BAILAN
La mayoría de los integrantes de la conga son jóvenes
de formación autodidacta, que se han ganado su puesto en
las tamboras, fondos (quinto, requinto) y la corneta china a fuerza
de mucho empeño y práctica, para poder demostrarles
a los mayores —en muchas ocasiones sus propios padres—
que ya están aptos para recibir de sus manos el instrumento.
No hubo exámenes. Porque tampoco sus padres los tuvieron.
Pero no dude de la excelente calidad de estos músicos, que
igual ponen a bailar a un marciano que trasladan a sus tambores
la mítica “Comparsa”, de Ernesto Lecuona, “El
Manisero”, “Siboney”, “Lágrimas negras”,
obras de Simon, Chepin, Matamoros… tienen todo un repertorio
de clásicos de la mejor música cubana.
Con sus tambores y campanas te pueden inundar el recuerdo de una
música usualmente escuchada a través de violines,
pianos, instrumentos de vientos, desafiados ahora por el contagioso
sabor del cuero, el mismo que se calienta en las manos negras de
donde parten seguros los sonidos sabrosos, que bullen y corren indetenibles
por nuestra sangre afrocubana.
“El toque de la conga de Los Hoyos es único —dice
orgulloso Salazar—. Ese ritmo no lo tienen las demás
congas. Si usted está parado ahí y siente a la conga
de Los Hoyos, obligatoriamente los pies se le van”.
Banderas agrega que “tenemos los ritmos Pilón, Masón
y Columbia, que son muy sabrosos. Y está nuestro sello que
dice así: ‘uno, dos, tres, cuatro, abre que ahí
viene el Cocoyé’”.
Sí, porque resulta inevitable referirse a los pegajosos estribillos
de la conga. Ellos son la crónica del barrio, recrean la
opinión popular sobre los más disímiles temas
de la actualidad.
Confiesa Bandera que “lo mismo te hablan de lo que falta a
la bodega, sobre los baches en las calles que de política…
Durante la lucha en la Sierra Maestra había uno que decía
Choncholí se va pal monte, cógelo que se te va. Choncholí
eran los rebeldes. Y lo cantaban con todos los soldados de Batista
rodeando la conga”.
ECHAR UN PIE
Famosas son las invasiones que realiza la conga de Los Hoyos, recorrido
que hacen caminando y tocando por toda la ciudad para visitar las
sedes de las cinco congas rivales. Según Bandera, a las invasiones
se le unen gente que viaja a Santiago desde Guantánamo, Camagüey,
La Habana.
“Claro que ya no se hace como antes. Entonces el cuero de
los tambores estaba sujeto por tachuelas. Los vendedores de periódicos
se ponían contentos porque ese día le compraban más
que nunca. La gente se lo echaba en los bolsillos y cuando la conga
caminaba unas cuentas cuadras, paraba, y se prendía una fogata
en la calle para afinar el instrumento dándole calor”.
Cuenta
Salazar que “hemos visto unirse a la Conga a mujeres que han
estado lavando o cocinando y lo mismo han salido en bata de casa
que con los rolos puestos a echar un pie. Primero que van a arrollar
una cuadra. Y así mismo siguen dos, tres…”
Los santiagueros son exigentes: aseguran que cuando la conga de
Los Hoyos pasa por delante del Hospital si los enfermos no se levantan
o se mueven es porque se están muriendo. Como diría
un entrañable amigo: “el que no se mueva al compás
de esa música es porque no tiene sangre en las venas, compay”.
Julio
2006
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