Roberto
Roena: inquieto y rítmico representante salsero
Su
nombre despuntó por su capacidad de bailar y tocar la campana
con estilo, gracia y coordinación. (PRIMERA HORA / José
Jiménez)
Aunque
Roberto Roena Vázquez ha trazado una extensa trayectoria
como percusionista, su formación primaria en las artes musicales
fue como bailarín, destreza en la que se destacó al
máximo.
Al
paso de los años, el músico conserva el esplendor,
la dulzura y el movimiento rítmico con el que se dio a conocer,
cuando apenas contaba con 12 años de edad, a pesar de que
la mayoría de sus reconocimientos han sido como líder
de orquesta.
Natural
del pueblo de Mayagüez, donde nació el 16 de enero de
1940, en el número 176 de la calle 1, hoy calle Manuel Monge,
en el sector Dulces Labios, el artista comenzó sus primeros
pasos en el baile junto a su hermano Francisco "Cuqui"
Roena. De niño estuvo inspirado por su madre, Raquel María
Vázquez Plaza, y su tío, Aníbal Vázquez,
una de los más excelsos bailadores de música caribeña
forjado en la Isla. Temprano en los años 50, y residiendo
en San Juan, Roberto Roena decidió ampliar su desempeño
como bailarín armando un dúo de baile junto a su hermano
Cuqui, que se conoció como los Mambo Flashes. "Mi tío
venía a visitarnos siempre de los hoteles y nos enseñaba
rutinas y así comenzamos a bailar en la calle hasta que mi
mamá nos llevó a concursar en televisión en
el show 'Coca Cola busca estrellas'", recuerda el artista.
Era el año 1954 y los hermanos Roena se llevaron el primer
premio con su primera aparición pública. El distintivo
de saberse ganadores les brindó la posibilidad para bailar
por un año en el famoso programa de espectáculos "La
Taberna India", transmitido todos los miércoles y donde
acompañó a Rafael Cortijo y su Combo. En el ínterin,
participaron como bailarines exclusivos de los espectáculos
que organizaba la Cervecería India por las fiestas patronales
del país, montando las coreografías de las parodias
narradas por Cortijo en sus canciones. Incursionó en la música
de la mano de CortijoA sus 16 años de edad, Roberto Roena
había curtido una experiencia profesional interesante y,
junto a su hermano Cuqui, ya era considerado como un bailarín
fascinante, con un amplio potencial artístico. Entonces la
fama le tocó a la puerta. En el año 1956 el veterano
músico Rafael Cortijo lo convidó a viajar con su combo
a la ciudad de Nueva York, donde realizarían varias presentaciones
en el famoso salón de baile El Palledium y en el teatro Puerto
Rico. "Cortijo tenía un grupo que era un show y siempre
tuvo la visión de incorporar las coreografías.
Él
fue a pedirle permiso a mi mamá, a mi casa, para llevarme
a su gira. Mi mamá accedió y me convertí en
el bebé del grupo, me cuidaban demasiado… estuvimos
tres meses en Nueva York y ésa fue mi escuelita", cuenta.
Su experiencia en La Gran Manzana fue profusa. Más allá
de desempeñarse como bailarín del Combo de Cortijo,
la ocasión lo introdujo en lo que años más
tarde se convirtió en su principal oficio: la interpretación
del bongó. "Todos los días, a las 3:00 de la
tarde, Cortijo se reunía conmigo, me sentaba en una silla
y me daba un bongó para enseñarme a tocar. Él
tenía su visión y hoy se lo agradezco, gracias a él
soy músico, aunque confieso que al principio me tenía
aburrido con las clases porque me enseñó los toques
elementales, antes de decirme cómo repicar", confiesa.
Concluidos los compromisos artísticos en Nueva York, Roberto
regresó a Puerto Rico sin otro proyecto en su panorama que
seguir bailando, desconociendo los planes que Cortijo tenía
para con él. "Cuando regresamos de gira me llamó
un día y me dijo: 'Vístete'. Me llevó con él
a ver su presentación en el Miramar Center y me sentó
en una esquina de la tarima para que aprendiera cómo funcionaba
la orquesta. Me enseñó mucho de la música,
cosas de hombre, del respeto a los demás", sostiene.
Poco
después, y en esa misma tarima, Roberto Roena debutó
como bongocero de la orquesta de Rafael Cortijo, al tiempo que participaba
de los bailes y armaba las coreografías que realizaba junto
a Ismael Rivera y Sammy Ayala. Confiesa que su incursión
en el combo como bongocero provocó cierto furor entre los
músicos de la época que le conocían sus dotes
de bailarín, mas no de percusionista. "La gente se sorprendió
porque habían montones de bongoceros en el país y
yo no era uno de ellos. Se lo reclamaron a Cortijo y él decía:
'Ya ustedes verán'. Recuerdo que en una entrevista, años
después, le preguntaron de mis inicios y él dijo que
lo habían tildado de loco por integrarme como músico
sin darme la oportunidad de desarrollarme.
Luego
le dijo a quien lo entrevistaba: 'Pero ya usted lo ve, es bueno'",
manifiesta. Frente a las críticas que algunos músicos
hicieron al reclutamiento de Roberto Roena al Combo de Cortijo,
su talento fue su mejor carta de presentación. Más
allá de su desenvolvimiento como bailarín y su disciplinada
disposición para aprender, el joven artista gozaba de un
talento sin igual en el manejo de la campana, haciendo brotar del
metal acompasado la clave con sabor y distinción, agregándole
el ligero movimiento de su cuerpo, con equilibrio y coordinación,
en un acto nunca antes presenciado. Pronto su nombre despuntó
en los escenarios musicales y su participación junto a Rafael
Cortijo selló el desarrollo de su carrera profesional, permaneciendo
en el combo por seis años, hasta que en 1962 optó
por otra ruta profesional.Feliz marejada de éxitosRoberto
Roena, una de las figuras salseras más queridas del país,
disfruta junto a un grupo de amigos. (Colección Robert Padilla)Roberto
Roena es uno de los salseros más renombrados dentro y fuera
de Puerto Rico, destacado por su participación en el Combo
de Cortijo, El Gran Combo, Las Estrellas de Fania, la Puerto Rico
All Stars y el Apollo Sound. En 1960, Charlie Palmieri le invitó
a grabar el bongó en uno de sus álbumes junto a Rafael
Cortijo en la conga. Participó de 1962 al 1969 con El Gran
Combo y a su salida del grupo organizó el Apollo Sound, el
día que Estados Unidos lanzó la primera nave Apollo
a la Luna. Su madre Raquel María Vázquez le confeccionó
el primer uniforme para la primera presentación del grupo,
en la que usaron luces sicodélicas y adoptaron las señas
del mundo de la canción disco de Nueva York.
A principio de los años 70 realizaban dos presentaciones
televisivas al día, y en 1971 hicieron 72 bailes en 30 días.
Se encuentra con sus antiguos compañeros de El Gran Combo
luego de su separación en el verano de 1971, amenizando un
baile de graduación del colegio Santa Teresita en el hotel
San Juan. En 1972 el grupo vivió una escena dolorosa tras
la muerte del saxofonista Al Abreu, en un accidente de auto cuando
viajaba de regreso a San Juan tras realizar un baile en Ponce. El
Apollo Sound inició con las voces de Piro Mantilla, Dino
"Guy" Casiano y Frankie Calderón. Tras la salida
de Piro Mantilla y Dino Guy entró Sammy González y
más adelante Tito Cruz. En 1976 figuran en el grupo Sammy
González y Papo Sánchez; en 1977 Papo Sánchez,
Tito Cruz y Mario Cora; y en 1978 Carlos Santos y Tito Cruz. A mediado
de los años 80 los vocalistas del grupo son Sammy González,
Junior Reynoso, Piro Mantilla y regresa Papo Sánchez para
compartir escena luego con Tempo Alomar. Roberto Roena grabó
un disco con Adalberto Santiago. Tito Allen formó parte del
grupo por dos años, aunque sin grabar y se les conoció
como el Súper Apollo. Roberto Roena participó en la
película "Our Latin Thing" como miembro de las
Estrellas de Fania. Fue fundador del concepto de Puerto Rico All
Stars y luego le cedió el nombre a Frankie Gregory. Su primer
viaje a Panamá con el Apollo Sound, en 1970, fue en sustitución
de Tito Rodríguez, por recomendación del intérprete
de "Tiemblas".
Ha
participado en una cantidad innumerable de producciones como bongocero
y campanero. Grabó el bongó en los últimos
dos discos de Tito Rodríguez y realizó un magistral
y extenso solo en el bongó magistral en la interpretación
del tema "Ponte duro", con las Estrellas de Fania. El
Apollo Sound fue el primer grupo en tocar el himno de Puerto Rico
en el Caesar's Palace de Las Vegas, durante el combate de Wilfredo
Gómez y Salvador Sánchez. También fue el primer
grupo puertorriqueño en tocar en La Fortaleza y en la Feria
de Miami. Roberto Roena cantó el tema "Sigo buscando
un amor" en el disco "Qué suerte he tenido de nacer",
álbum del que realizó el primer videoclip salsero
con la canción "Mi alegría y mi tristeza".Hidalgo
del mambo y la campana El nombre de Roberto Roena refulgió
durante los años que estuvo en El Gran Combo, en el que permaneció
hasta 1969. (Colección Andy Montañez)LA ESTADÍA
de Roberto Roena junto a la batería musical de Rafael Cortijo
lo curtió artísticamente y lo colocó como una
figura relevante en el ambiente rítmico del país.
En ese grupo grabó sus primeros discos y logró una
exposición nacional e internacional inimaginable.
Sin
embargo, los años de buenaventura con el combo se fueron
minando como consecuencia de los desórdenes en los que incurrieron
algunos de sus integrantes. De esa manera, en 1962 un grupo de músicos
del Combo de Cortijo se reunieron en la residencia de Roberto Roena,
en el 902 de la calle Refugio en Miramar, y discutieron las posibilidades
de crear un nuevo proyecto musical. "Yo estuve en la reunión
porque fue en mi casa pero cuando se acabó dije que no podía
irme del grupo por agradecimiento y fidelidad a Cortijo, además
que pensaba que no era el momento. Yo era el más joven del
grupo y decidí quedarme", asegura.
Tras la ruptura, Roberto Roena permaneció en el combo hasta
la grabación del disco "Los internacionales" (1962),
para poco después formar parte del All Stars Band de Mario
Ortiz, que para entonces hacía galas en el radio teatro de
WIAC. Seis meses más tarde, se integró a El Gran Combo
junto a sus antiguos compañeros Rafael Ithier, Quito Vélez,
Eddie Pérez, Martín Quiñones, Miguel Cruz y
Héctor Santos, sustituyendo a Daniel "Maninín"
Vázquez y conformando una de las agrupaciones más
impactantes en nuestra historia sonora. "Maninín me
llamó y me dijo que le habían ofrecido un trabajo
en el hotel Americana y me ofreció su puesto. Yo acepté
porque eran mis amigos, además de que para ese entonces el
Combo cobraba $12 a la semana por hacer un programa de radio",
dice, recordando que hizo su entrada al grupo justo al tiempo que
ingresó su homólogo Andy Montañez. Roberto
Roena figuró en la alineación de El Gran Combo como
bongocero y a cargo de las coreografías, uno de los elementos
distintivos más sobresalientes del grupo. Durante su estadía
en la agrupación, hasta 1969, su nombre refulgió,
y no era para menos.
La
simetría que alcanzó la presencia de Andy Montañez,
Pellín Rodríguez y Roberto Roena logró unas
dimensiones elevadas, sentando el tránsito hacia un proyecto
musical que marcó la modernidad sonora del país. En
ese contexto, el joven músico y bailarín fue pieza
fundamental para el éxito del grupo, máxime cuando
esa propuesta creativa se sostuvo de la combinación majestuosa
producida de la integración de buena música con el
espectáculo bailable. Pone a prueba su ingenio y talentoÁvido
de nuevas experiencias musicales, Roberto Roena comenzó un
proyecto musical en 1967 que en un principio no tuvo más
pretensiones que convertirse en un espacio para la descarga de los
músicos de la época. En este junte, que se conoció
como Los Megatones y que solía reunirse en el club Tropicana
de Carolina, participaron Camilo Azuquita, Andy Montañez,
Pellín Rodríguez y Elías Lopés, como
su director musical. Los encuentros se producían sólo
las noches en que El Gran Combo no trabajaba. "Se me ocurre
crear los miércoles de descarga e invitaba a todos los músicos
del área y de momento el club se llenaba a capacidad, porque
la voz se corrió. Al mes ya éramos demasiados músicos
y decidí darle forma y nombre: Noches de baile con Roberto
Roena y Los Megatones, y la entrada valía 99 centavos",
recuerda el bongocero.
Más
que un convite de amigos músicos, la experiencia de Los Megatones
representó una experiencia artística innovadora. El
ingenio de Roberto Roena para experimentar con nuevas sonoridades
encontró el complemento perfecto en la capacidad musical
de Elías Lopés para juntos conformar un concepto rítmico
que poco después desembocó en la creación del
Apollo Sound. "La cosa era en grande. Paquito Cordero nos anunciaba
en su programa, de gratis, las noches de descargas y un día
Pancho Cristal, de la Tico (casa discográfica) nos fue a
ver, le gustó y nos pidió grabar un disco", asegura.
Cuenta que para entonces sus deseos de explorar otros senderos profesionales
y su "piquiña de director" lo indujeron a renunciar
a El Gran Combo, en 1969, y tomarse en serio el proyecto de crear
su propia agrupación. "Quise hacer algo nuevo que, en
realidad, reconozco que fue una locura porque es de locos salir
del mejor grupo de Puerto Rico para inventar algo. Me tomé
el atrevimiento y fueron muchos los que me aconsejaron, pero yo
quería destacar mi personalidad", acota.Sagaz renovador
salsero Justo en los años de esplendor de la música
popular puertorriqueña, con el amplio dominio de El Gran
Combo en radio y televisión, un osado Roberto Roena no escatimó
en probar su suerte y talento organizando su propia orquesta.
El
resultado del intento derivó en la creación de la
agrupación musical más impactante de los años
70, el Apollo Sound, que estuvo armada de una propuesta sonora dominada
por la presencia de dos trombones en armonía con dos trompetas
y dos saxofones, desarrollando una eufonía nueva e insuperable
con aires brasileños. Asimismo, el repertorio del grupo supo
armonizar las tendencias rítmicas de moda en Puerto Rico
y Estados Unidos, fusionando el rock y la salsa, apoderándose
de las corrientes sicodélicas, marcando una sonoridad dulce
y agresiva que desplazó al resto de las agrupaciones y se
colocó en el más alto de sitiales. "Nos reunimos
y ensayamos por primera vez en el restaurante La Rue, en Borinquen
Towers. Después estuvimos en la vieja tienda Villa Piano
de Santurce y a escondidas porque nadie nos daba permiso. Luego
practicamos en el salón El Siboney del hotel Flamboyán,
donde estuvimos trabajando por seis meses", comenta.
En sus comienzos contó con la asistencia vocal de Piro Mantilla,
cantando salsa, y de Dino "Guy" Casiano y Frankie Calderón,
interpretando temas de rock. Se trataba, entonces, de una agrupación
sostenida sobre un formato ecléctico, hasta que alcanzó
definir la identidad salsera sólida que aún conserva.
En 1969 apareció la primera producción del grupo,
iniciando una secuela de álbumes que registraron la asistencia
de una portentosa orquesta, cuyos éxitos marcaron una nueva
etapa en nuestro desarrollo musical. "Antes de empezar a trabajar
ya teníamos nuestro contrato para grabar con Fania gracias
a que Tite (Curet Alonso) habló con Jerry Masucci. Así
que a las dos semanas de empezar a trabajar comenzamos a grabar",
acota.
Ese
mismo año realizan su primera presentación en Nueva
York al calor del surgimiento de las imponentes orquesta salseras
de la época, dejando una huella indeleble en aquel ambiente.
Los primeros años de la década del 70 el Apollo Sound
dominó la escena musical. Sus temas se convirtieron en los
éxitos más sonados y el reclamo popular los colocó
como la más importante orquesta del país, desplazando
a segundo plano a sus coetáneas. En 1972 la presencia del
sonido del rock se esfumó y la orquesta definió más
su concepto musical fusionando las tendencias que hasta ese momento
le habían acompañado en la consolidación de
su expresión salsera. Parte del secreto del Apollo Sound,
asegura su creador, estuvo en la permanencia de un sonido dominado
por los cortes rítmicos y en el que se destacó más
de una sección movida y armónica. A eso se le añadió
un seleccionado de temas cuya introducción estuvo matizada
por la presencia sonora de los tres metales, siempre interpretado
por buenas voces. Parte de sus grandes éxitos son "Tú
loco, loco" (su primer éxito), "El escapulario",
"Mi desengaño", "Lamento concepción",
"Cui cui", "Avísale a mi contrario",
"Marejada feliz", "Peldaño", "Regaño
al corazón" y "Progreso". |