Domingo
Quiñones posee una voz refulgente. De tonos altos y un registro
agudo y terso, capaz de encaminar sus interpretaciones en extensas
modulaciones, siempre con sutileza, proyección e ingenio.
Es, sin duda, un gran cantante. Probado, además, en el arte
de la improvisación como uno de los más ágiles
y versados soneros de la salsa, virtud que, admite, la lleva en
la vena familiar, aprendida de sus experiencias de infancia cuando
de visita a la casa de su abuela en el pueblo de Yabucoa se deleitaba
con las cantatas de improvisación jíbara que organizaba
su tía abuela, conocida popularmente como "La Alondra".
Nacido en el estado de Nueva Jersey, el 9 de agosto de 1962, Domingo
Quiñones Arroyo se ha curtido un nombre en el ambiente musical
por su capacidad vocal, su destacado dominio escénico y su
talento como compositor.
De niño, cuenta, le fascinó el arte de cantar y disfrutaba
de pararse frente a un espejo, con un cepillo en su mano simulando
el micrófono, haciendo alardes de gran intérprete,
doblando las melodías más sonadas en la radio.
"Yo empecé a cantar de chamaquito, pero me cantaba a
mí mismo. Desde que tenía ocho años no pensé
hacer nada más en la vida que cantar. Nunca me pasó
por la mente dedicarme al deporte, ni nada, sólo quería
escuchar los discos de música cubana, jíbara y algunos
de salsa de Raphy Leavitt y Celia Cruz que había en mi casa",
confiesa el vocalista, quien se crió en el residencial Jardines
de Ceiba, en Ceiba.
Esa experiencia la combinó con sus andanzas por el campo,
en casa de su abuela Adelina Flores en el barrio Guayabota de Yabucoa,
el que visitaba religiosamente todos los fines de semana y donde
cultivó su sentimiento patriótico.
"Tuve la gran oportunidad de aprender muchas cosas de nuestra
cultura y folclor con mis abuelos. Más allá de la
música, con ellos aprendí lo que es la vida del jíbaro,
a pescar gata, guábara, camarones, ir río abajo, lo
que es el guamá, los ñames burros, la malanga y la
yautía", dice.
La experiencia en el campo fue, a su vez, su primera escuela en
el arte de la improvisación, donde solía contemplar
las habilidades de su tía abuela, quien al cantar jugaba
con el pie forzao'.
"Me ponía a imitar lo que ella hacía y trataba
de inventar, sacándole sentido a mis improvisaciones y desarrollando
conversaciones y canciones imaginadas", apunta.
Pierde su timidez en Nueva York
Recién cumplido sus catorce años de edad, Domingo
Quiñones se trasladó con su familia a El Bronx, en
Nueva York. Sus primeros años en Estados Unidos fueron algo
erráticos y poco estables, alterando mucho su residencia
entre los estados de Nueva York, Nueva Jersey, Massachusetts y Connecticut.
Ante esa situación, optó por vivir solo, cuando apenas
tenía dieciséis años.
Mientras residió en Nueva Jersey tuvo su primera experiencia
como cantante en medio de una rumba callejera en el sector de Patterson.
"Estaban los muchachos de la rumba y yo me acerqué,
me di un traquito de ron y me sentí suelto y rompí
a cantar. Un tipo se me acercó y me dijo: 'Oye, tú
cantas', y me invitó a un ensayo que había al día
siguiente en Nueva York", recuerda.
Su amigo era Quique Cruz, miembro de la Orquesta Royal, quien observó
que aquel joven delgado y espigado gozaba de buena proyección
vocal y que podía desarrollarse en el ambiente musical neoyorquino.
"El día que fui a la audición, cuando la orquesta
empezó a tocar me paniquié. Recuerdo que fuimos a
un lugar en el 'upsatate' de Nueva York y los muchachos me pidieron
que cantara 'Catalina la O', y yo le dije que si querían
que la cantara como Pete 'El Conde' (Rodríguez) o como la
hacía yo. El tipo no me miró muy bien y al final la
canté imitando a 'El Conde', y no me cogieron", evoca.
Su primer traspié no le hizo declinar sus aspiraciones artísticas
y en una ocasión que se encontraba de visita en casa de su
madre, en Springfield (Massachusetts), asistió a un ensayo
del grupo Sabor Latino que dirigía su amigo Tito Vicente.
En aquella ocasión era sólo un invitado, pero mientras
la orquesta interpretaba el tema "Muñeca", un éxito
de la banda de Eddie Palmieri, Domingo Quiñones comenzó
a corear desde la retaguardia y su portentosa voz no pasó
desapercibida.
Se inició en una charanga
Días después, el flautista del grupo Sabor Latino
salió a su búsqueda con la intención de convidarlo
a participar de su charanga.
"El día que vino a buscarme a mi casa yo me encontraba
jugando baloncesto con mis hermanos. Tenía el pelo bien largo
y parecía un rockero. Ese señor de barba se acercó
y preguntó por mí, me dijo que necesitaba un cantante
y yo, aunque con timidez, le dije que sí a pesar de que no
sabía de qué se trataba la orquesta", dice.
La invitación era para participar en la Charanga New England,
una de las agrupaciones más populares de la zona, y en sustitución
del cantante Heny Álvarez, quien se había ido de gira
musical a Boston con el Conjunto Folklórico Experimental
Neoyorquino.
En un principio Domingo Quiñones se sintió un poco
vacilante con la invitación, sobre todo porque desconocía
el ritmo y el repertorio que iba a interpretar. El director del
grupo, por su parte, lo consoló advirtiéndole que
se trataba de un "experimento sencillo" en el que sólo
debía improvisar sobre el tema, lo que le generó más
confianza.
LA FIGURA de Domingo Quiñones alcanzó elevadas dimensiones
de popularidad a mediados de los años 80, consecuencia, en
parte, de su buen destaque junto a la orquesta de Luis Perico Ortiz.
Entre muchos salseros, el joven sonero era considerado "todo
un profesional", su voz comenzó a despuntar por su brillo,
su tesitura y por el rigor con que manejaba sus interpretaciones.
Ese hecho lo colocó como uno de los cantantes más
solicitados y de pronto su voz comenzó a escucharse en importantes
grabaciones salseras.
De esa manera compartió micrófonos con Celia Cruz
y Willie Colón en el disco "The Winners" (1987),
en calidad de corista. También participó junto a Willie
Colón, haciendo los coros en el álbum "Altos
secretos" (1989).
En 1988 Domingo Quiñones se integró a la orquesta
de Louis Ramírez, toda vez que Luis Perico Ortiz optó
por disolver su agrupación para concentrarse en otras funciones
vinculada a la producción discográfica.
"El tiempo que estuve con Louis Ramírez fue un vacilón.
Contrario a la orquest de Perico, ahí se permitía de todo. Dejé la
disciplina que había aprendido atrás, y permanecí
en la orquesta por un año", asegura.
Durante el 1989 el cantante se inactivó del mundo musical,
aunque siempre se mantuvo participando como corista en grabaciones
de estudio. En ese tiempo sobrevivió trabajando en un estacionamiento
privado, aparcando autos, en el aeropuerto de Hartford, Connecticut.
Sin embargo, su distancia de los escenarios no aguantó más
y en 1990 aceptó una oferta del productor Ralph Mercado para
firmar un contrato con su sello RMM Records.
"Firmé con Ralph y me mudé para Puerto Rico.
En el tiempo que estuve preparando el disco me puse a cantar con
Roberto Roena y su Apollo Sound, una experiencia que disfruté
porque el grupo tenía un auge increíble y su sonido
me pegaba a mí", añade.
A finales del 1990 salió al mercado su primera producción
en solitario, "Es mi nombre", que incluyó los éxitos
"Si te hubiera conocido ayer", "Escalofrío",
"Llegaste a mi cuerpo abierto", "Siempre", "Un
poco más", "Desordenarte", "Amor de peligro",
"Déjame" y "Te quiero".
La saga de producciones continuó con "Pintando lunas"
(1992), en el que los temas "Tu pecho mi almohada" y "Enséñame"
se colocaron de inmediato como favoritos del público.
Luego vino "En la intimidad" (1993), "Mi meta"
(1996), "Se necesita un milagro" (1997) y "La verdadera
Navidad" (1998). En 1999 produjo el álbum "¿Quién
mató a Héctor Lavoe?" (1999), que incluyó
los temas que interpretó durante su participación
en la obra homónima.
Su catálogo también se nutrió de los discos
"Poeta y guerrero" (2000) y "Derechos reservados"
(2002), las más recientes producciones de su carrera.
DOMINGO QUIÑONES logró su primera participación
formal en la música a los 18 años de edad como integrante
de la charanga New England. Su debut fue en el Saint Joseph's Café,
en Springfield, Massachusetts.
"Llegué a la actividad con un frío olímpico
y el baile estaba empaquetao. La orquesta comenzó a tocar
y poco a poco fui perdiendo el miedo", cuenta el salsero, al
tiempo que narra cómo aquella noche se la pasó improvisando
versos, algunos de los que aún permanecen intactos en su
memoria, como aquel que dice: "La lengua del galletano / es
algo que no comprendo / se pasa el día diciendo / que dónde
se pasa Juana".
La experiencia con la charanga New England fue su primera escuela
artística y junto a ella permaneció por dos años.
En ese tiempo su nombre comenzó a rodar por el mundo musical
de Boston y Nueva York y pronto comenzó a recibir ofertas
para cantar con otras agrupaciones.
La fortuna, admite, le vino luego de cantar el tema "De patita",
que había hecho famoso Rafael de Jesús con la orquesta
de Luis Perico Ortiz. Recuerda que una noche "me quedé
pegao cantando (el verso) 'el perro con la gatita'", sorprendiendo
a los presentes con su fuerza vocal y con el brillo de su entonación.
"Nos pegamos tanto que tuvimos que coger un apartamento para
vivir todos los músicos juntos porque las esposas dejaron
a todos los muchachos y éramos como los 'papis del área'.
Entonces, empezamos a alternar con las orquestas que venían
de Puerto Rico y Nueva York, como Kim de los Santos, Larry Harlow
y el Conjunto Libre", señala.
En ese tiempo le llovieron las ofertas para cantar con orquestas
salseras de mejor monta que la charanga, pero las declinó,
al inclinarse por formar parte de la orquesta Yukiyú.
"Todo cambió cuando Tommy Olivencia me ofreció
trabajo, lo que me hizo sentir bien, pero un compañero me
dijo que no aceptara porque tendría que irme a Puerto Rico
y ahí me recomendó que me fuera a Nueva York, que
era donde se batía el cobre", manifiesta.
El sueño de cantar con Perico Ortiz
A Domingo Quiñones le bastó escuchar una sola vez
la orquesta de Luis Perico Ortiz para concluir que era el grupo
junto al que deseaba participar. Era su banda favorita y vivía
absorto escuchando sus grabaciones, aprendiéndose las letras
y vacilando con sus melodías.
"Cuando escuché (la canción) 'Julián del
Valle' por primera vez le dije a mis hermanos que un día
iba a cantar con esa orquesta. Sentí que estaba hecha para
mí, en todo. Fue mi sueño y lo logré",
sostiene.
A sus 19 años de edad se fue a vivir a la ciudad Nueva York,
invitado por su amigo Edwin Ortiz, director del Conjunto Nativo,
quien le dio alojamiento en su residencia.
En ese grupo participó como corista por poco tiempo, hasta
que ingresó a la orquesta de Rafael de Jesús. De ahí
partió a la agrupación de José Alberto "El
Canario" y luego se integró al conjunto de Johnny Rodríguez,
en el que compartió la responsabilidad vocal con Tempo Alomar.
En esos años también compartió tarima con el
Conjunto Clásico, sustituyendo a Tito Nieves, una experiencia
que el artista cataloga como "la más formal" en
los inicios de su carrera.
"Eran
los años en que uno estaba con todo el mundo. Éramos
un corillito que estábamos criándonos juntos: Sergio
George, Bobby Allende, Charlie Donato, Mael Quiñones y Johnny
Rivera", sostiene.
Aun cuando sus ojos siempre estuvieron fijados en la posibilidad
de formar parte del proyecto musical de Luis Perico Ortiz, la primera
vez que recibió un acercamiento para ingresar a la orquesta
lo rechazó.
"Perico me ofreció el trabajo, pero Rafael de Jesús
me aconsejó que no lo aceptara. Parece que la experiencia
de ellos no terminó muy bien y luego que él salió
las cosas no quedaron bien", comenta.
En cambio, en 1984 aceptó la invitación e ingresó
a la orquesta de Luis Perico Ortiz, participando como corista en
el tiempo que se destacaba como cantante Roberto Lugo, a quien al
poco tiempo sustituyó.
La presencia de Domingo Quiñones, su voz fresca y su buen
manejo en la improvisación, le imprimió un toque distintivo
a la agrupación, cuyo aporte quedó consignado en los
álbumes "El isleño" (1985), "La vida
en broma" (1985), "In Tradition" (1986) y "Breaking
the Rules" (1987).
Para el cantante, la experiencia junto a Luis Perico Ortiz le enseñó
disciplina y el rigor del trabajo en equipo. Fue, además,
el escenario en el que comenzó a definir con más precisión
su estilo como vocalista.
Probó su talento en el teatro, destacándose por su
participación en la obra "¿Quién mató
a Héctor Lavoe?" en 1999. (Colección Domingo
Quiñones).
A SUS 41 años de edad, Domingo Quiñones ha logrado
construir una carrera musical gloriosa, destacándose como
vocalista, compositor y actor.
Su tránsito al éxito no ha sido fácil. Ha tenido
que superar dificultades y vencer tentaciones para empinarse con
firmeza en aras de mantener su sitial en la salsa. Y al final lo
ha logrado.
Parte de las experiencias que han marcado su historia están
consignadas en sus composiciones, las que han dado sobradas muestras
de talento narrativo. En cada trazo de su escritura ha quedado consignado,
además, su espíritu de denuncia social y su apego
por las causas justas.
Esa mirada ahusada para convertir en poesía y canción
las experiencias cotidianas están grabadas en su catálogo
discográfico, al tiempo que otras han hallado eco en las
voces de Michael Stuart, Nino Segarra, Jerry Rivera, Gilberto Santa
Rosa y Ray Sepúlveda.
Su discografía también incluye trabajos con múltiples
artistas en calidad de corista, los que en la suma con sus producciones
y demás colaboraciones alcanzan los 200 trabajos.
Domingo Quiñones también goza de ser uno de los pocos
salseros de nuestros tiempos que saben adornar sus melodías
con majestuosos soneos, destreza que requiere de un amplio dominio
del lenguaje y un sentido íntegro de la clave. Su buen desempeño
en el arte de la improvisación le ha ganado el apelativo
de "El más que canta".
En buena medida, ha curtido su habilidad sonera en su afición
por la lectura, actividad que, confiesa, "me brinda una satisfacción
profunda".
"El día que puedo leer parte de un libro me hace sentir
feliz", asegura, quien se siente atraído por los textos
biográficos, entre los que señala como favoritos los
de Vladimir Ilich Lenin, Ernesto "Che" Guevara, Josef
Stalin y Fidel Castro.
"Siempre me ha llamado la atención el intelecto de los
revolucionarios y leyendo de ellos he logrado entender su proceso
de lucha y te das cuenta que han sido tipos superdotados",
manifiesta.
De la misma forma, aprecia el trabajo literario de Isabel Allende
y Gabriel García Márquez porque "me han ayudado
a mantener mi idioma y mi cultura".
Su camino por la música se ha cruzado con otras facetas del
arte, como la actuación, actividad en la que ha mostrado
un dominio escénico ejemplar. En ese renglón tuvo
su primera aparición en marzo de 1998 en el musical "Jesucristo
Super Star", en el que compartió escena con los cantantes
Michael Stuart, Tito Auger y Olga Tañón.
Sin embargo, su consagración en las tablas se dio con su
participación protagónica en la obra "¿Quién
mató a Héctor Lavoe?", escenificada en 1999 en
el Puerto Rico Travelling Theater de Nueva York. En este trabajo
Domingo Quiñones caracterizó a Héctor Lavoe,
logrando un trabajo digno que recibió el aplauso de la crítica
especializada.
Tomado
de Diario PRIMERA HORA, Puerto Rico
Hiram Guadalupe Pérez
Editor
Gary Javier
Ilustrador
www.primerahora.com
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